“Pero No Me Voy a Quejar”
Roles modelos, identificación de roles e identidad en el recuento de su vida por Margarethe Elisabeth Milow (1748-1794)
La auto conceptualización en retrospectiva y desde la conciencia y perspectiva de una esposa y madre, es la característica protagonista de las memorias de Margarethe Elisabeth Milow. Ella fue apurada a escribir sus memorias por dos situaciones amenazadoras – un parto difícil y una inminente operación seria, que pensaba no sobreviviría – la motivación de dejar a su esposo e hijas una imagen “verdadera” de ella misma en un recuento de su vida. La pregunta con respecto a la fuente que surge en relación a esto, sería entonces: ¿Cómo surge esta imagen?, ¿Qué modelos fueron influyentes para Margarethe Elisabeth Milow?, y ¿Qué auto imagen se construye ella como modelo para sus hijas? De esto, surge el asunto de la construcción de una identidad y de uno mismo, en este recuento de la vida de una mujer. Los roles del padre y del hermano mayor están aún por ser investigados como roles modelos. El énfasis principal se sitúa en la relación hermano-hermana.
El rol del padre
En los roles de género como se comprendían en el contexto de la clase media del siglo XVIII, el hombre era la persona central y de referencia. Incluso la crianza estaba orientada según el sexo. La de los niños estaba inclinada no sólo hacia crear una base para el trabajo remunerado futuro, si no también, hacia el cumplir con el futuro rol de cabeza de familia y de figura de autoridad de la familia como esposo y padre. La socialización de las niñas estaba orientada hacia la virtud, lo doméstico, la docilidad y el sacrificio; estaba inclinada hacia el futuro rol de esposa y madre, con un esposo como figura de autoridad. Este fue el concepto de rol con el que Margarethe Elisabeth creció, y ella tenía estos modelos de roles delante de ella cuando escribió sus memorias también. Ella veía las desviaciones de estos modelos de roles, como una amenaza a la estructura social y los adaptó al modelo de rol “ideal”.
El padre de Margarethe, Heinrich Jacob Hudtwalcker, estaba, escribió ella, ya muerto cuando la misma escribió sus memorias. Ella reconstruyó su imagen, tomando como base el modelo de rol del buen esposo, de carácter fuerte, así como el del esposo y padre devoto, también tomando en cuenta su posición dominante en la familia – un rol del que su padre se alejaba, sin embargo. Las críticas de Margarethe hacia él, son por lo tanto, relativizadas por el comportamiento, de alguna manera poco convencional, de su madre; ella escribe por ejemplo:
”Él (i.e. el padre) era un buen esposo, yo casi diría, un demasiado buen esposo; su esposa tenía demasiado poder sobre él, adquirido gracias a su belleza y su buen comportamiento para con él. Pero no es bueno, hijos, para la esposa, aún cuando ella es la mejor, el dominar al esposo, y mucho hubiese sido diferente con seguridad y mejor en el hogar, si es que mi padre hubiera sido más dominante, más hombre” (p. 8/p. 16).
Al mismo tiempo, sin embargo, el rol de madre “ejemplar” no debería ser tocado, y Margarethe Milow lo notaba con aprecio: “Ella (i.e. la madre) sabía como dominar, pero lo hacía tan sutilmente; en compañía y cuando podía ser notado, ella siempre dejaba a mi padre llevar la voz de mando.” (p. 9/p. 17). Ella, así entonces, conduce la imagen materna hacia una dirección positiva. Esta necesidad de armonía en los modelos de roles ejemplares se evidencia repetidamente en sus memorias. El padre no debe ser únicamente bueno, él debe también mostrar otros rasgos ejemplares de carácter. Margarethe Milow escribió sobre su padre: [Él tuvo] “una disposición apasionada, buena y feliz […] Él tuvo una inteligencia buena y natural, así como un temperamento siempre alegre”(p. 8/p. 15), y ella agregó a estas cualidades el hecho de que él disfrutaba el estar al aire libre, quería a sus hijos e hizo todo para educarlos. También enfatizados están su “predisposición a trabajar y su diligencia”(p. 8/p. 15). Elementos de ésta descripción aparentemente cliché también utilizó para con ella misma, sin embargo: “La naturaleza y el aire libre significaban todo para mi, incluso en ese entonces.”(p. 11/p. 19).
Similarmente formulada, es la descripción de Margarethe Milow sobre la piedad de su padre, la misma que jugó un rol central en su propia vida. De su padre ella dijo: ”Su Dios era todo para él, la oración su más grande alegría. Deberían haberlo oído rezar, hijos! Y la oración le daba una fe en Dios tan firme que nunca lo dejaba, incluso en sus más grandes desgracias «(p. 8/p. 15). El sentimentalismo de la época y su fijación en la piedad talvez guiaron su pluma al escribir esto, pero Margarethe, estaba al mismo tiempo describiendo su propia actitud hacia las desgracias y los juicios que impregnan su recuento. La resistencia o la rebelión emocional contra Dios – y contra el padre de uno también – levanta sentimientos de culpabilidad y son reprimidos o harmonizados.
Características negativas en su padre como por ejemplo la tacañería o la mezquindad, son descritas como “cuidados” o “el miedo lo hizo de alguna manera ahorrativo” (p.8/p.15) o expresadas en contraste con rasgos de carácter que ella desaprobaba en su madre. Pero esta crítica a su madre también es en su tiempo retirada cuando Margarethe simultáneamente da créditos a su madre con todas las cualidades de una “buena madre” y la presenta como el modelo de un ama de casa y esposa económica y virtuosa. Todas las decisiones y acciones de su padre son – o al menos la presentación de Margarethe de las mismas así puede ser interpretada – justas. Es con una rara ausencia de emoción y crítica, con la que ella describe el frío desdén, desprecio incluso y sangre fría, con el que su padre la castigó cuando descubrió sus amores con el joven empleado socialmente inadecuado Octav:
“Papa cortó el pan y simplemente lo lanzó hacia mi” (p.48/p.68), o “En la mesa nada me fue dado nunca más […] si algo sobraba, primero le preguntaban a todos los demás si alguien quería más y, si nadie quería, ‘tu lo puedes tener entonces’” (p.54/p.75).
El gran amor sin llenar, visto por ella como honesto y puro, pero por sus padres como una trasgresión y desgracia, trajo consigo “odio” en su madre, pero “profunda pena” en su padre (p.74/p.103). La negación del amor y la vergüenza fueron el castigo y la penalidad por su trasgresión. A pesar de esto, la imagen de su padre permaneció ultimadamente sin alterar. Cuando Margarethe, supuestamente sin obligación, se sometió a la elección de sus padres y se casó en 1769 con el predicador Johann Nicolaus Milow (1738-1795), aceptado en los círculos de clase media como socialmente apropiado, la imagen del buen padre fue reinstaurada por ella. El padre, que debido a su mal comportamiento proveyó a su hija tan inadecuadamente en términos económicos, tanto que en Lüneburg los Milows se tuvieron que contentar con grandes dificultades económicas (la crítica de Margarethe con respecto a esto fue víctima de la censura familiar en el guión), más tarde trató activamente de ayudar a su hijo político para que el mismo obtuviera un más lucrativo ministerio en Hamburgo.
Partir del lado de su padre después de su matrimonio fue una pérdida dolorosa para Margarethe, pérdida que ella describe así:
“Yo había querido siempre mucho a Papá, y el partir lejos de él fue terrible.” (p. 95/p.129).
Pero esta sentencia suena a definitiva, y la misma debería probablemente también ser vista como tal. Para su rol de hija, su padre era el modelo de las virtudes masculinas. Su auto estima era fuertemente dependiente de la aprobación paterna, tanto que su ejemplo positivo cobró fuerza sobre cualquier crítica. Su matrimonio incluyó el convertir a su esposo en este modelo de rol. Cuando ella lo describe, ella ya ocupa – principalmente en la segunda parte de su recuento, recientemente descubierta – una posición individual: junto a la descripción idealizadora, ella también incluye comentarios más distanciados, incluso críticos. Una explicación para esto podría ser el hecho de que ella tenía que reconciliar su amor idealizado pero frustrado por Octav con el “nuevo” amor por su esposo; madurez incrementada y experiencia de vida como esposa y madre fueron probablemente factores que también contribuyeron. Ella muestra aquí una seguridad femenina creciente, así como también, una individualidad delineada por la historia de su vida. Además del rol paterno y del rol tradicional materno, el hermano mayor de Margarethe Milow, tuvo también, una especialmente marcada función ejemplar.
El rol del hermano
El hermano, Johann Michael Hudtwalcker (1747-1818), jugó hasta aproximadamente el nacimiento del primer hijo de Margarethe el rol afectivo central en su vida. Sólo un año mayor que Margarethe, él era un modelo, una persona para ser respetada, consejero y confidente de ella. En los grupos familiares del siglo XVIII, los hermanos mayores frecuentemente asumían los roles de modelos para los hermanos menores y estaban activamente involucrados en educarlos en sus roles de género: en la educación escolar y libertad para circular afuera, los hermanos de la familia eran entrenados para sus roles como esposos y padres y practicaban los mismos con sus hermanas. Éstas últimas, se suponía, que debían entrar virtuosa y apropiadamente en sus futuros roles como esposas y madres y para ello necesitaban la supervisión y el apoyo de los hermanos. Hasta que dejaban el hogar paterno, los hermanos mayores eran los aliados de sus hermanas contra los padres, con quienes durante el siglo XVIII no había todavía una relación definida de confianza, en el sentido moderno; de otro lado, ellos eran representantes de la postura moral de los padres. La relación casi simbólica de Margrethe con su hermano fue más allá de este concepto de rol, lo que pretendo mostrar abajo.
Ni una sola vez lo menciona Margarethe por su nombre, i.e. Johann Michael. Él es “el hermano”, “mi hermano mayor”, “mi hermano”, “él, este hermano mayor”, “mi hermano y Niklas”(!) (i.e. su hermano menor) (p.97/p.134), o: ”padres, hermanos, hermanas” (p.116/p.160). Como el padre, él también es descrito en términos de esteriotipos:
“Él, este hermano, tenía un corazón, noble, grande y bueno, él tenía inteligencia, un deseo extenso de conocimientos que trataba de llenar cada vez que podía, era el placer de sus profesores, el orgullo temprano de sus padres” (p.12/p.21).
Su constitución delicada era para Margarethe suficiente para explicar su melancolía, timidez y (“ocasional”) irritabilidad. Ella se veía a si misma como “compañera de juegos y después amiga” (p.12/p.21) y no tenía secretos para con él. Él era su mentor al escoger los libros que Margarethe leía. A través de esta ocupación favorita, la lectura – para los chicos un asunto cotidiano, para las chicas sin embargo permitido únicamente en raras horas de placer -, Margarethe una vez llegó a considerar una diferente identidad de género:
”[…] Yo frecuentemente deseé que yo también fuera un chico, y tener la posibilidad de leer con ellos, ya que nosotros teníamos que esperar a que ellos terminaran, y mucho pasaba, y por lo tanto no teníamos tiempo, ya que nosotras las chicas vivíamos muy alejadas de él” (p.25/p.38).
Normalmente, sin embargo, ella aceptaba a su hermano, así como su rol masculino, sin envidia.
Cuando Margarethe experimentó su gran amor por Octav y estaba imaginando planes para realizarlo, su hermano tomó roles muy diversos y disparatados: por miedo – no sólo a sus padres, pero también a su hermano – Margarethe lo hizo su confidente sólo tiempo después, metiéndolo así en un conflicto, ya que Octav era también su amigo cercano. Pero después, él se convirtió en su confidente nuevamente: las cartas intercambiadas entre los enamorados le eran leídas, él simpatizaba, pero finalmente tomó el lado de los padres: “Octav es mi amigo, tu debes darte cuenta de la imposibilidad de alguna vez casarte con él […] tu destino es sin lugar a dudas triste, pero confía en Dios y en Su guía”, y “él me incitó a sacarlo todo de mi cabeza” (p.66/p.91). Pero otra vez él se convirtió en su conocido mentor cuando él sugirió que Margrethe mantuviera su infeliz historia de amor como un secreto ante su futuro esposo Milow. Margarethe desde entonces claramente comenzó a ver a Milow, a quien ella había inicialmente rechazado, con una luz más favorable, no sólo para ella si no también como un sustituto para su hermano: ”Milow era un hombre excelente, completamente recto y honesto, el favorito de mis padres, el amigo más cálido e íntimo de mi hermano: ellos parecía hechos el uno para el otro, sus fueros internos se comunicaban el uno con el otro. Milow hizo todo por mi hermano, quien a su vez hizo lo mismo por él; de haber sido necesario, hubieran muerto el uno por el otro.” (p.77/S107). Estos pasajes son recurrentes, y aquí también, los mismos muestran nuevamente una fusión de diferentes elementos en los roles masculinos con el objetivo de identificarse con el futuro esposo. De acuerdo con las descripciones de Margarethe, su hermano tenía los mismo sentimientos para con ella, que ella tenía para con él. La cercanía entre ellos es también aparente cuando ella deja el hogar de sus padres luego de su matrimonio. Además de miedo por lo nuevo y desconocido, esta partida también significó separación física de su hermano y pesar sentimental por eso:
”Esto fue el partir lejos de mi hermano, nuestro amor, en comparación con el amor a mis padres, amor a mis hermanas, la amistad, eran nada ahora, el mismo estaba a punto de romperse y nuestro corazones, que habían sido atados juntos con cadenas, se separaron. Por muchos días antes no nos habíamos hablado el uno al otro, aferrándonos silenciosamente el uno al otro y llorando.” (p.93/p.128)
En el curso del tiempo sin embargo ella irá cambiando el rol del hermano, el del hermano tiernamente querido e íntimo, con el de su esposo Milow. Pero en Lüneburg la cercanía con su hermano sobrevivió. Cuando Margarethe estaba esperando su primer hijo en 1770, por ejemplo: “Ningún padre podría haber sentido más placer con el primer hijo de su esposa, que el que sintió mi hermano con el mío.” (p.98/p.134). A través de estas cartas y diarios su hermano fue también el lazo con la familia en Hamburgo y el primer punto de contacto cada vez que Milow aplicó para un ministerio en Hamburgo. Él incluso la involucró en su viaje de negocios a Londres en 1772, el mismo que llenó a Margarethe de alarma, “saberlo tan lejos de mi […] expuesta al riesgo de perder su amor” (p.117/p.161), al escribir un diario para ella. Fue probablemente a través de un pleito familiar con que ella se enemistó claramente incluso con su hermano – las razones para ello podrían hallarse en la parte del recuento de su vida que ya no tenemos. En la segunda parte, este pleito es sólo insinuado y el conocimiento del mismo dado por sobreentendido. Otra, quien sabe mas natural explicación, podría ser el matrimonio de su hermano en 1775 con Elisabeth Moller. En todo caso, Johann Michael Hudtwalcker, quien en 1788 se convirtió en miembro del consejo de Hamburgo, consideró la historia contada en esta parte por su hermana sobre su enfermedad tan importante que él la adoptó dentro de sus propias memorias. Margarethe misma menciona a su hermano con pena en muchos puntos en la recientemente editada segunda parte: ”Una vez yo estaba en una recepción dada por mi hermano en Hamburgo. Todo allí era fino y espléndido. Pero hermano! Yo te prefería en tu traje de diario y gorra, en tu pequeño cuarto en la casa de nuestros padres. Entonces nos significábamos más el uno para el otro – y aún así tu serás siempre querido para mi.” (-/p.241) O: “En este día mi hermano mayor también vino a nuestra casa otra vez por primera vez en dieciséis meses. O como latió mi corazón. O amor por él! Tu eres indeleble en este corazón, tu fuiste demasiado firmemente encendido en mi corazón veinticinco años atrás como para nunca ser extinguido.” (-/p.255). En Margarethe este lazo cercano primario con su hermano duró hasta la muerte. Pero el desapego de su hermano al trasferirle su rol a su esposo Milow simultáneamente trajo en Margarethe un cambio de roles:
“Él, que era ahora todo para mi, padres, amigo, mentor, apoyo, dador de buena esperanza” (p.89/p.122):
o que su hermano era para ella, Margarethe quería ser para su esposo en su matrimonio. Esto significaba virtualmente intercambiar su rol de mujer por uno masculino.
Auto imagen y ejemplo
Margarethe Elisabeth Milow escribió la primera parte de su recuento “como un legado para mi esposo y nuestras hijas” – así se entiende el subtítulo del manuscrito. Su preocupación y motivación para escribir fueron dos: en primer lugar ella quería dejar para la posteridad una imagen de ella misma: “Tu no tienes, después de todo, un buen conocimiento de tu esposa, así es que deja que esta, mi vida, sirva en lugar de una pintura: es un parecido justo, enteramente yo misma […]” (p.7/p.13) es como ella se dirige a su esposo. En segundo lugar, su auto imagen y su vida pretenden servir como un modelo para sus hijas, “porque son ricas en experiencias de todo tipo; porque esta experiencia puede ser de especial beneficio para ustedes, mis hijas.” (p.7/p.13).
Margarethe estaba describiendo su vida con un relativamente corto rango de retrospectiva (1779) y la escritura es inmensamente emocional y llena de vida, constantemente interrumpida por apelaciones a sus hijas. Aparentemente criticando, ella se representa con sus faltas – amor por lo fino, vanidad, deficientes habilidades como esposa y ama de casa – sus primeros flirteos y su primer gran amor prohibido. Pero al mismo tiempo, ella también expresamente deja en claro, como con su devoción, sumisión ante la voluntad de Dios y su habilidad, ella ha conseguido una y otra vez el manejar situaciones difíciles y convertirse en una “buena chica” otra vez (p.40/p.58). El ser Buena es para ella la esencia de todas las cualidades positivas. Ella va tan lejos, como para invocar a Dios en un pasaje y desear para sus hijos: “Que nunca se conviertan en ricos o instruidos en el mundo, sólo buenos […],” y continúa: “O Dios, si Tu vieras que algunos no se convierten en buenos, llévatelos para Ti mismo temprano.” (p.65/p.90). Entonces, si por un lado, al describir sus rasgos negativos, Margarethe señala las cualidades positivas deseables, por otro lado, ella no duda en nombrar cándidamente esos méritos y cualidades en ella misma que ella siente que son buenas, como la paciencia, la firmeza, la abstinencia y la sensibilidad: “Yo creo que no deben haber muchas personas hechas con un sentimiento tan delicado, con tanta sensibilidad como yo […]” (-/p.198). Ella, sin embargo, da primero expresión a esta auto imagen en la crónica. Ella procura tener con sus hijos una relación amorosa, tierna y de confianza, como la que ella no experimentó con sus propios padres, y para la futura vida marital de sus hijas, ella dibuja reglas prácticas de conducta para el cuidado del hogar, la higiene personal, así como también, para los asuntos con su esposo. Las mayores libertades de este último y su propio deber de sumisión no fueron abiertamente cuestionados. Margarethe pasó a sus hijas, tal y como lo eran en el siglo XVIII, los códigos completos de estándares para mujeres. Ella así entonces, formuló para si misma una imagen femenina “como la gente lo espera”, aún cuando ella parece ponerse como un individuo en el centro de su recuento. Y también surge aquí la pregunta sobre la identidad de Margarethe Milow detrás de la auto imagen y modelo que ella legó a su familia.
Identidad
Erik Erikson utiliza el término “ego identidad” para sugerir la posibilidad de un crecimiento específico en la madurez de la personalidad y por lo tanto un cambio en la identidad. En su concepción la identidad es algo que está anclado en la semilla de la individualidad y que se levanta en una relación recíproca e interactúa con la identidad social de su entorno. La identificación con los modelos determina el proceso de la parte psicoanalítica de la formación de la identidad. La identidad psico-social no debería ser vista sin el aspecto psico-histórico, i.e. no sin integración del individuo y de sus roles en las ideologías de su tiempo, “entre su historia de vida y el momento histórico”. En otros conceptos, la formación de la identidad es vista como un proceso de transformación en mantener con los estándares de la sociedad y las expectativas de roles, o la ego identidad y la identidad de rol son percibidos como interactuando.
El recuento de vida y crónica de Margarethe Milow puede ser considerado desde todos estos puntos de vista. La superficie de proyección histórica para los anhelos y las expectativas de Margrethe Milow es el entorno de clase media del siglo XVIII así como sus ideales específicos de género: el hombre – personificado por el padre y hermano – es el punto central de referencia, siendo el rol de la mujer confinado a las funciones sexuales y familiares. La educación de Margrethe estuvo determinada por esto, y por ello, la reacción de la familia y del entorno social debería ser medido cuando en su primer amor ella se comportó sin mantener su rol ni las convenciones. Margarethe se rebeló porque ella tenía otros deseos para con su persona. Pero ella no triunfó en escapar a las convenciones y tampoco tuvo ninguna oportunidad realista de alcanzar su meta en su status como una mujer miembro de la sociedad de clase media. Así es que ella asumió el rol de esposa que se esperaba de ella, con su esposo como la figura central y por lo tanto se conformó en gran parte, con la imagen de una mujer del siglo XVIII. El que ella se hubiese identificado completamente con el rol externamente esperado podría ser cuestionado – ella sobre –enfatiza las características del rol esperado – pero ella no explícitamente se plantea la pregunta “¿Quién soy yo?” que podría darnos una respuesta. Ella explica sus propios deseos e ideas como egoístas y ligeramente contrarias al plan de Dios, por el que ultimadamente ella interpreta todo lo que ocurre, incluso la desgracia, y al que ella se somete. Leída y bien escrita como ella era, realizó la labor de construir un modelo femenino para sus hijas, guiándolas al rol socialmente esperado de ellas. La creciente melancolía que encuentra expresión principalmente en la crónica, bien podría haber por lo menos reforzado, si no haberse producido, por el conflicto entre las expectativas del rol y la afirmación del rol y la identidad personal suprimida.
El desarrollo de la identidad por el mero hecho de la narración autobiográfica es asumido por Michael von Engelhardt, quien al mismo tiempo busca contestar la pregunta de si es que este grupo tiene características específicas femeninas. A pesar de que se relacionan con el siglo XX, los resultados del estudio de von Engelhardt, sin embargo, proveen algunos criterios por los cuales la biografía de Margarethe Milow también puede ser iluminada. El auto retrato biográfico que de acuerdo con Engelhardt es “no vida por si mismo en sus apremiantes, pero sin embargo un récord de una vida vivida”, tiene un significado fundamental para mantener y desarrollar en el futuro la identidad del escritor: el mismo satisface al individuo con respecto a su pasado, refleja e interpreta ese pasado en la selección de lo que es reportado, y, toma su aspecto de su propio modelo del entorno cultural, así como también, del entorno cultural de las personas a quienes está dirigido. En el caso de Margarethe Milow la función de control y la meta a la que se dirige su narrativa son especialmente chocantes. El hecho de que ella arregla su narrativa alrededor de la central línea de vida “amor-familia-hogar”, es de acuerdo con Engelhardt, un procedimiento típicamente femenino. Por desarrollo de identificación femenino, Engelhardt subraya como ejemplo – y Margarethe Milow da evidencia para esto – identificación con el padre / imagen masculina, que también incluye a los hermanos mayores, y el “proceso de transferir rasgos de ego al amante y compañero de vida.” En la participación del original y su propia familia, Engelhardt ve la tendencia hacia lo femenino “identidad colectiva que une” en contraste con la “identidad individualizadota y demarcadora” de la narrativa masculina. Dado que las mujeres están mucho más firmemente ligadas a su designado rol específico de género que los hombres, sus narrativas también frecuentemente reflejan no el hacer la vida, pero en cambio, la administración de la vida. Este aspecto emerge particularmente fortalecido en el recuento de vida de Margrethe Milow.
Resumen
El recuento de vida y crónica de Margarethe Milow, escrito como un legado para su esposo e hijos, es una doble construcción: de como ella misma desea ser y de como ella espera que sus destinatarios la vean, aún cuando ella expresamente lucha contra esto último. Ella misma, es decir, su identidad personal, está escondida detrás de esta construcción. Margarethe cree en la verdad subjetiva de su recuento, aún cuando brechas o auto censura, penetran y controlan la construcción. El supuestamente “generoso” recuento conlleva a inconsistencias que podrían dar información sobre ella misma e indirectamente hacer sólo esto. También se podría preguntar hasta que punto modelos literarios de manuales educacionales para niñas jugaron un rol. Hasta el final de su vida, Margarethe – a pesar de las presiones familiares, once nacimientos, un esposo indispuesto e hipocondríaco, sus propias enfermedades serias y constante confrontación con dificultades financieras – buscó su ocupación favorita, la lectura.
A primera vista, la autobiografía y crónica de Margarethe Elisabeth Milow, conlleva la imagen de una mujer de los círculos de clase media del siglo del XVIII; en una segunda mirada, la misma muestra la trágica figura de un individuo en conflicto entre la identificación con el rol y la identidad personal.
Escrito por: Ilse Lange
Referencias
- Dülmen, Andrea van (publ.): Women’s life in the 18th century, Munich 1992.
- Engelhardt, Michael von: Gender-specific models in 20th century oral autobiographical narrative, en: Heuser, Magdalene (publ.): Autobiographies by women, Articles on their history, Tübingen 1996, p. 368-392.
- Erikson Erik H.: Life history and historical moment, Frankfurt am Main, 1era edición 1977.
- Erikson, Erik H.: Identity and lifecycle, Frankfurt am Main, 4ta edición 1977.
- Milow, Margarethe E.: But I won’t complain. publ.: Rita Bake y Birgit Kiupel, Hamburgo 1987 y Hamburgo 1993.
- Orth-Peine, Hannelore: Identity formation during social and historical change, Frankfurt/Main; Nueva York 1990.
- Trepp, Ann-Charlott: Sensitive masculinity and independent femininity. Women and men in the Hamburg middle classes between 1770 and 1840, Göttingen 1996.
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