Desde El Viejo Hamburgo

Jacob Hinrich Hudtwalcker, 20.11.1710. – 28.10.1781.

Jacob Hinrich Hudtwalcker

Según Mary Lindemann,1 en 1795, el comerciante y senador Johann Michael Hudtwalcker empezó a dejar por escrito la historia de su familia y su autobiografía. A la edad de 48 años, recordó muchos años de actividad como comerciante, pero al describir su vida, también reflexionó sobre la de su padre, Jacob Hinrich (1710 – 1781) y su abuelo, Johann (fallecido en 1720).

A la edad de 14 años, no mucho después de la muerte de su madre, Jacob Hinrich Hudtwalcker llegó a Hamburgo desde Altona, el 14 de enero de 1724. Provenía de una modesta familia, escribe Mary Lindemann, y cuando cumplió 17 años, en enero de 1727, pudo encontrar empleo como aprendiz del hombre de negocios Meinert von Winthem, quien vivía en Reichenstrasse y comerciaba con arenque, aceite de hígado de bacalao y variados productos pesqueros.

Así, Jacob Hinrich empezó como lo hicieron muchos otros comerciantes en Hamburgo: trabajando para un vendedor minorista o un mayorista de segunda. Era una vida simple, continua Lindemann, libre de toda extravagancia. En la remembranza de su historia familiar y autobiografía, Johann Michael Hudtwalcker ofrece una descripción más detallada de los años de su padre con von Winthem:

 “Cuando cumplió 17, mi padre fue instalado con el comerciante Meinert von Winthem. El asunto de la seguridad monetaria para su empleo se volvió necesario y ambos tutores, gente de gran fortuna, pero sin ninguna relación de parentesco con él, lo apoyaron. A menudo me decía, entre lágrimas de gratitud, que ellos tomaron la decisión solo en base a su rostro honesto. Con una palmada en el hombro le dijeron: “Muchacho, no nos decepciones” y firmaron”.

De una escuela severa, una casa escasamente paternal, donde la vida era bastante monótona, el muchacho (Jacob Hinrich) llegó a unos hospedajes, incluso más estrictos, con su nuevo patrón. No se le permitía dejar la casa sin permiso y casi no tenía dinero para gastos. Estaba bien protegido contra las tentaciones porque la tentación tenía pocas esperanzas de obtener algo de él.

A los 17 años, mi padre tenía una condición física muy delicada y débil, pero no se podía hacer ningún tipo de excepción con él. Las condiciones del aprendiz de negocios en aquella época no eran diferentes de las condiciones de un aprendiz de artesano, en muchas formas, era probablemente peor.

Tenía que comer en una mesa junto con las criadas. Una le dio un vestido y un delantal. Todo el día tenía que asistir a los empaquetadores de arenque, los marcadores de barriles y los trabajadores sin quejarse, y en la noche, trabajaba como escribano en la oficina. Con lágrimas en sus ojos, solía contarme cuán dolorosas eran las mañanas cuando comenzaba a trabajar, con vendas alrededor de sus dedos en carne viva que todavía le dolían por la sal usada para los arenques los días previos. Tenía que lustrar los zapatos de su patrón y de su asistente, quien lo reprendía más seguido que su patrón. Además, en las tardes, cuando su patrón salía a visitar, tenía que caminar delante de él con la lámpara. Soportó todo, y también, junto con la cocinera, tenía que llevar toda la basura barrida desde la casa al frente, una tarea que a menudo le sacaba lágrimas de disgusto. Continuó siendo pequeño y débil, pero estaba sano. Estas tristes condiciones duraron cuatro años hasta que su patrón empezó a verle mayor utilidad. Contrató a otro joven para realizar el trabajo que había estado haciendo y lo colocó en su propia mesa.

Entonces se sintió muy feliz y, a pesar de que su trabajo todavía consistía en muchos tipos de trabajo manual, le agradaban, puesto que los efectuaba bajo la supervisión de su patrón y con su aprobación.

Así, obtuvo conocimiento sobre nuevos productos, cómo escribir cartas y, entre otras cosas, contabilidad, a pesar de que las cartas italianas no eran comúnmente usadas en aquella época. No tenía parientes ni conexiones en Hamburgo, no tenía dinero para festejos y más bien estaba completamente restringido al círculo de su casa y los negocios. Toda la semana la pasaba trabajando ininterrumpidamente. Los domingos iba regularmente dos veces a la iglesia, caminaba en las tardes de verano, bebía un vaso de cerveza mientras fumaba una pipa y pasaba las noches de domingo en invierno en su dormitorio, leyendo un libro.

Las frecuentes idas a la iglesia, que en aquella época eran común, tuvieron, para muchos jóvenes en situación similar a la de mi padre, el gran beneficio de que representó una ayuda continua para el aprendizaje que, además, sufría una carencia grave en aquel tiempo. Sus lecturas durante este tiempo fueron su Biblia. Los únicos otros libros que tenía en aquellos días fueron de Brockes, el favorito de su ciudad natal y en aquel entonces mucho más leído que Klopstock el día de hoy. Le agradeció por muchas horas dulces y, especialmente, por el sentimiento predominante de la belleza de la naturaleza, que continuó siendo la fuente de su más pura alegría en toda su vida”.

Una descripción más profunda es brindada por John W. Van Cleve:2

“Aun cuando Jacob Hinrich prestó a su empleador un servicio tan amplio y exigente, su compensación fue mínima y su tratamiento correspondía al más humilde de los sirvientes. Comía sus alimentos con los sirvientes de la casa y, de hecho, tenía que lustrar los zapatos de su patrón, así como los de los empleados con mayor antigüedad. Sus tareas también incluían ayudar a la cocinera a limpiar la cocina y llevar una linterna para von Winthem cuando este iba a visitar la ciudad después de oscurecer.”

Las condiciones estrictas también son mencionadas por Ernst Samhaber:3

“¡No nos deshonres, muchacho!” dijo su tutor al joven Hudtwalcker –más tarde convertido en un comerciante de Hamburgo bastante respetado– cuando lo tomó como su aprendiz de comerciante de arenques. El aprendiz compartió la mesa de los sirvientes con las criadas, comiendo todo lo que le ponían delante – y eso, de acuerdo con su propio relato, no era mucho. Durante el día, tenía que trabajar junto con los empaquetadores de arenque; aun cuando se había cortado el dedo, tenía que meter su mano en la dolorosa salmuera; por la tarde, cuando los demás trabajadores iban a sus casas, él tenía que realizar trabajos de oficina en la contaduría. No se le permitía salir sin permiso. En las mañanas, no solo limpiaba los zapatos de su patrón, sino también los de los trabajadores de la empresa. Lo que lo entristecía, hasta el punto de las lágrimas, era tener que llevar los asquerosos desechos de la casa atravesando la calle. Su formación duró años. Tenía muy poco dinero para gastos.”

En aquella época, Hamburgo proveía a casi toda Alemania y a una gran parte de Austria con arenque y pescado seco, así como con aceite de hígado de bacalao. Aparte de su “Comptoirarbeiten”, Jacob Hinrich tenía que asumir su rol en el almacenamiento y depósito, así como participar en el empaquetamiento de varios productos. Las largas horas laborales, junto con las más que humildes condiciones de vida, hicieron de sus años de juventud y de formación un periodo difícil.

Jacob Hinrich permaneció con Meinert von Winthem durante 16 años. Para entonces, ya había ganado su plena confianza. Y no por nada, cuando empezó, von Winthem no era un hombre adinerado. Sin embargo, cuando a la edad de 33 Jacob Hinrich dejó su empleo con von Winthem, este último tenía 300 000 marcos alemanes en su cuenta, un monto de dinero considerable en esos días.

Según Mary Lindemann, Jacob Hinrich inició su propio negocio con un escaso capital de aproximadamente 5000 marcos después de permanecer con Winthem durante más de 16 años. Su empresa llegó a ser un poco más grande que una tienda promedio; compraba y vendía a minoristas más pequeños. En las décadas de 1740 y 1750, su riqueza creció lentamente; se casó, compró una casa, una más grande, y adquirió un jardín.

Otra fuente4 menciona que durante sus 16 años con von Winthem, Jacob Hinrich logró ahorrar 1000 marcos. Su antiguo empleador le dio 4000 marcos “como prueba de gratitud”. Además, recibió aproximadamente 5000 marcos de su hermano Nicolaus Diedrich en Altona. Con esos 10 000 marcos, empezó a trabajar.

El 18 de abril de 1743, Jacob Hinrich, utilizando la frase de aquella época, “eligió establecerse” y fundó su propia compañía, Hudtwalcker & Co., en Hamburgo.

No obstante, el inicio fue discreto y lento, con días largos. En palabras de Johann Michael tomadas de su autobiografía:

“El negocio de mi padre era realmente como una tienda ambulante. Mi padre ordenaba aceite de hígado de bacalao o arenque desde Holanda o lo compraba aquí y principalmente lo vendía otra vez por mitad de tonelada o por cuarto de tonelada de su depósito a vendedores ambulantes locales o a comerciantes en Lauenburg o Mecklenburg, o a cocheros, quienes en aquella época venían a Hamburgo en gran cantidad y siempre deseaban llevar cargamentos cubriendo los gastos cuando estaban cortos de otras cargas.

Cenaba por 8 peniques, vivía reservado y en escasez extrema y ganaba tanto por este negocio que, después de dos años, en abril de 1745, tuvo el valor de comprar la casa del exalcalde Anderson en Catharinastrasse cuando este falleció, por 26 000 marcos, y vivió en ella hasta su muerte.

Puso en alquiler una parte de la casa, pagó en efectivo 6 600 marcos del precio de adquisición y, de este modo, no vivió costosamente, aunque a menudo me decía que esta compra fue un paso precipitado, considerando su situación en ese momento.”

Mary Lindemann escribe que Jacob Hinrich, al igual que muchos compatriotas, prosperó durante la Guerra de los Siete Años: afortunadamente, Hamburgo saboreaba (los frutos de) la paz… Fue entonces que (Hamburgo) se convirtió por primera vez en un estado mercantil (Handlungsstaat)”.

Sara Elisabeth Ehlers
Sara Elisabeth Ehlers (2 de abril de 1728 – 26 de abril 1799)

En 1746, Jacob Hinrich se casó con Sara Elisabeth Ehlers (1728 – 1799), la hija de un confitero. La pareja tuvo diez hijos.

En los últimos años, la vida de Jacob Hinrich mejoró considerablemente desde el huérfano pobre que fue cuando era niño: en 1762 fue designado como prescriptor principal en el hospital Gast- und Krankenhaus; en 1767, fue jurado de la iglesia de St. Catharinen. En 1770, se convirtió en miembro de la tesorería de la ciudad y en 1774 en su presidente. Falleció en 1781.

Padres

Johann Hudtwalcker, fallecido el 8 de octubre de 1720, Ramhusen.

Catharina Margaretha (apellido de soltera: Wichmann), fallecida el 22 de agosto de 1724.

Esposa

Sara Elisabeth (apellido de soltera: Ehlers), nacida el 2 de abril de 1728 y fallecida el 26 de abril de 1799.

Hijos (nacidos en Hamburgo)

Johann Michael Hudtwalcker, nacido el 21 de septiembre de 1747 y fallecido el 14 de diciembre de 1818, Hamburgo.

Margaretha Elisabeth Hudtwalcker, nacida el 2 de octubre de 1748 y fallecida el 20 de octubre de 1794.

Sara Elisabeth Hudtwalcker, nacida el 12 de marzo de 1750 y fallecida el 22 de mayo de 1819.

Catharina Magdalena Hudtwalcker, nacida el 14 de noviembre de 1751/52 y fallecida el 8 de marzo de 1806.

Jacob Hinrich Hudtwalcker, nacido el 28 de junio de 1753 y fallecido el 7 de abril de 1799.

Johanna Margareta Hudtwalcker, nacida el 15 de enero de 1756 y fallecida el 22 de mayo de 1785.

Nicolaus Hudtwalcker, nacido el 3 de mayo de 1757 y fallecido el 25 de enero de 1832.

Caecilia Hudtwalcker, nacida el 28 de enero de 1759 y fallecida el 29 de junio de 1765.

Christian Martin Hudtwalcker, nacido el 15 de octubre de 1761 y fallecido el 8 de septiembre de 1835, Itzehoe.

Daniel Conrad Hudtwalcker, nacido el 3 de septiembre de 1765 y fallecido el 25 de junio de 1796, Neukirchen.

Fuentes

  1. Mary Lindemann: The Merchant Republics, Cambridge University Press, 2015
  2. John W. Van Cleve: The Merchant in German Literature of the Enlightenment, University of   North Carolina Press, 1986
  3. Ernst Samhaber: Mercants Make History: How Trade Has Influenced the Course of History
  4. Ver las anotaciones de “Through the Ages” en este sitio web

www.hudtwalcker.com 2019